15 de octubre de 2011

**Autoestima: El juicio de uno mismo**





La autoestima es un concepto que goza de mucha importancia en nuestra sociedad. Muchas personas la consideran imprescindible para sus vidas, sobre todo para obtener éxito. Seguramente todo esto tiene que ver con ciertas reglas verbales que se transmiten de unos a otros. Estoy hablando de los típicos “para tener éxito, tienes que tener confianza”, o “sin confianza qué esperabas conseguir”.
Con estas frases que todos hemos escuchado alguna vez se transmite la idea de: confianza = éxito. Y nuestra mente llega sola a la conclusión de que desconfianza = fracaso. ¡Así sacan conclusiones nuestras cabezas!

 Pero todas estas frases sólo son una regla verbal, me explico, no son una ley natural. ¿Por qué? Porque si realmente fuera verdad lo que transmiten esas frases, sería imposible tener éxito sin confianza, y ¿quién no ha logrado resultados sin seguridad?
Las leyes naturales son explicaciones causales que se cumplen sí o sí. Por ejemplo, si dejo en el aire un vaso, ¿qué pasará? Efectivamente, se caerá en el 100% de los casos. ¿Por qué? Porque las leyes naturales funcionan siempre, sí o sí.
Con todo esto, quiero decir que la relación entre la confianza, la seguridad y la autoestima con el éxito o el fracaso no es una ley natural, porque hay excepciones. Entonces es una regla verbal, una relación que para la mayoría de personas tiene sentido y lógica, y por eso lo aceptamos como cierto, pero recordemos que aunque a veces se cumpla, ¡no es una ley!
Y ahora que sabemos que la confianza no es imprescindible —aunque lo hace más cómodo— para lograr resultados, nos podemos plantear cómo se construye la autoestima, y cuál es la más saludable.
¿Cómo se construye la autoestima?


En primer lugar, vamos a definir que es ‘autoestima’. La respuesta más común es pensar que la autoestima ilustra lo mucho que se quiere una persona, la alta estima que se tiene. Asumiendo estimar como querer. Pero lo cierto, es que estimar también puede significar medir. Por eso podemos decir que:
Autoestima: es la medida que hacemos de uno mismo. El juicio sobre la información que tenemos de nosotros mismos.
Pero ¿qué información es la que medimos, la que juzgamos? Eso es lo que conocemos como autoconcepto, que es la información que tenemos sobre nosotros mismos. Ésta proviene de diferentes fuentes, destacando:
*Lo que nos digan los demás (eres bueno/malo cocinando),
*Cómo hayamos vivido hasta ese momento (intenté cocinar y me salió bien/mal).

Para poder tener una imagen más amplia de nosotros, es importante tener información de nuestras capacidades en diferentes aspectos. Por eso, es necesario que nos pongamos a prueba. De ahí se puede entender que la época del ciclo vital más relacionado con la autoestima sea la adolescencia, que es la edad en la que la persona se pone a prueba descubriendo su capacidad de ejecución.
Entonces, para conocernos es necesario que nos pongamos a prueba, intentar afrontar situaciones nuevas. Cuando lo hagamos nuestro autoconcepto actual influirá en la manera de vivir esa situación/experiencia. Pero imaginemos por un momento una persona que tiene que afrontar una situación absolutamente nueva, que nunca ha hecho nada parecido, y no tiene ideas sobre sí mismo. ¿Qué pensará? ¿Qué sentirá? Lo más probable es que piense “¿podré?”, y por tanto, sienta incertidumbre. ¡Así que parece lógico tener dudas! ¿Dónde queda entonces la necesidad de seguridad y confianza?
En nuestra sociedad, las emociones desagradables se intentan apartar, y nos decimos cosas como “no tengas miedo”, “seguro que puedes”, “pero ¿de qué te preocupas?”, “¿cómo te puede preocupar esto?”. Con estos y otros mensajes lo que transmitimos es que la persona se dé poco espacio para sentir emociones tan naturales como la incertidumbre o la duda.

Si a eso se suma que la persona ha recibido algunos mensajes que la llevan a pensar que puede no ser capaz, y que el fracaso es algo terrible… ¿Qué hará cuando le propongan hacer algo nuevo? Al vivir de manera muy desagradable, y de forma intensa la posibilidad de fracaso, es probable que la persona, para dejar de sentirse mal, decida no seguir adelante con el reto, con la situación nueva. Dicho de otra manera, la persona evitará el reto para dejar de sentir incertidumbre o duda.
Y, ¿qué probabilidad tiene una persona de afrontar con éxito una situación que evita? Exacto, 0%.
El problema es que cuando hacemos esto también aprendemos. Sacamos conclusiones sobre nosotros incluso cuando no hemos hecho nada. Me explico, si a la persona que ha dejado de hacer algo porque se sentía mal, le preguntamos “¿por qué no lo hiciste?”; probablemente responderá: “Porque no sé” o “porque no puedo”. Y estas frases irán directas a nuestro autoconcepto condicionando la siguiente vez que tengamos que afrontar algo, y como consecuencia en el futuro ya no sentiremos incertidumbre o duda, sino más bien, miedo y fracaso. Y así sucesivamente, si se sigue evitando.
Si, afortunadamente, la persona ha conseguido hacerse cargo de las dudas y la incertidumbre, y afronta la situación, para hacérselo más fácil puede utilizar “trampas” o trucos. Con esto me refiero a algo que en cierta medida hacemos todos. Si tenemos que ir a un lugar nuevo, le pedimos a alguien que nos acompañe. Si tenemos que enviar algo importante, le pedimos a alguien que nos lo revise. El problema es que si siempre afrontamos de la misma manera, corremos el riesgo de finalmente atribuir a las “trampas” los resultados. Es decir, aprenderíamos que soy capaz, pero gracias a las “trampas” que he utilizado. Por tanto, en el futuro no me veré capaz de hacerlo sin ellas.

Para poder crear un autoconcepto, una idea de mí mismo, amplia y constructiva, es necesario que, siempre que sea posible, afronte, por mis propios medios, los retos que se me presentan. Para poder atribuirme también los resultados.
Muchas personas se pueden estar planteando la siguiente pregunta: “¿Y si fracaso?”. A lo que respondo: Felicidades por fracasar y felicidades por triunfar. Después de haberlo probado te conoces mejor, sabrás qué puedes hacer y qué no. Podrás descubrir qué capacidades es necesario que entrenes, si es que son importantes para ti.
Debemos también tener presente que si evitamos afrontar esas nuevas situaciones, tendremos 0% de posibilidades de éxito, si nos atrevemos, en cambio, como mínimo la probabilidad será mayor a 0.
Recordemos que las personas no nos hacemos cargo con relativa facilidad de nuestros fracasos (aunque a corto plazo pueda ser desagradable), pero llevamos mucho peor (a largo plazo) no haber intentado vivir o experimentar aspectos esenciales de nuestra vida. Con esto quiero decir que no estoy de acuerdo con perseguir la alta autoestima, entendida como la colección de éxitos de una persona. Considero que lo importante es una autoestima ajustada; que el conocimiento que tengas de ti mismo nazca de tu propia experiencia, de tus éxitos y de tus fracasos. Ni de lo que digan los demás ni de lo que nunca intentaste; en este caso la autoestima sería desajustada.
Analizando lo que habitualmente se entiende como baja autoestima, descubrimos que son ideas que la persona tiene, pero más fundamentadas en lo que no intentó que en fracasos que haya experimentado.


A continuación, os presento un esquema que espero sirva de resumen de lo expuesto:




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