26 de noviembre de 2012

**Mea Culpa**

 

 Cuando tenemos la sensación de que nuestra conducta no ha sido o es la apropiada
podemos experimentar un sentimiento amargo y destructivo: CULPA.
Tanto si se basa en hechos reales o imaginarios, la emoción experimentada al evocar
el acontecimiento en sí, puede llegar a ser igual de desagradable en ambos casos.
Cuando aparece, si no se sabe manejar correctamente, puede conducirnos al bloqueo y
al encierro en nosotros mismos.

En ocasiones ciertas señales físicas como presión en el pecho, dolor de estómago, de cabeza, de espalda, nos avisan de que estamos haciendo una mala administración de este sentimiento,
también pueden haber señales emocionales (nerviosismo, desasosiego, agresividad, irascibilidad)
y señales mentales (pensamientos de autoacusaciones y autorreproches), tanto unas como otras disparan la alerta de que algo dentro de nosotros no está gestionándose como debiera.

¿Qué podemos hacer para liberarnos de ese sentimiento?


-Acepta que eres humano.-

En numerosas ocasiones nos guiamos por un sistema de pensamiento polarizado, rígido, negativo, sobredimensionado o perfeccionista, pasando por alto que los humanos cometemos errores continuamente.También actuamos en ocasiones impulsiva o egoístamente, sin medir las consecuencias que eso puede acarrear.
Absolutamente todos cometemos errores; violamos normas y preceptos; y a veces no nos comportamos de manera íntegra y correcta.
Nadie es omnipotente y nuestra capacidad para influir en los acontecimientos es en realidad insignificante.
Por tanto abandona el pensamiento polarizado y asume una postura más flexible.
Percibe que la vida no es en blanco y negro sino llena de matices.

-Desarrolla un diálogo interior sincero intentando hallar las causas de ese sentimiento de culpa.-

En muchas ocasiones la clave para eliminar la culpa radica en saber repartir las responsabilidades
asumiendo aquella cuota que nos corresponde, pero no más allá. Y si cometimos un error,
lo más adecuado es pensar en cómo podemos subsanar el daño.
La culpa nunca es la solución porque nos encierra en la trampa del inmovilismo y el sufrimiento.
Concédete una oportunidad y dale perspectiva a tus deslices.

-Sé capaz de perdonarte.-


El perdón libera al “culpable” y a quien ha sido dañado. En ocasiones lleva su tiempo.
Se precisa de paciencia y de compasión para concederlo; virtudes que no se conquistan en un día.
Pero la capacidad de perdonar hará nuestra vida más sencilla. Primero, aprendiendo a perdonarnos nosotros, y después, claro, perdonando los fallos de otras personas.Cuando logras perdonarte,
puedes levantar la cabeza y continuar caminando.
 La vida no te guarda rencor. Perdónate a ti mismo. Cierra los ojos e imagina todo lo bueno que te pueda suceder. Lo más importante para ti ahora.

 La recompensa está garantizada si eres constante. Merece la pena intentarlo.





21 de noviembre de 2012

**Todo pasa...**



Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte: - Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de 
manera que quepa debajo del diamante del anillo.

Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total...


Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada. El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:


-No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje –el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey-. Pero no lo leas –le dijo- mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación-


Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino...


De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso: Simplemente decía “ESTO TAMBIÉN PASARA”.


Mientras leía “esto también pasará” sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos.


El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes... y él se sentía muy orgulloso de sí mismo. El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo: -Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.


-¿Qué quieres decir? –Preguntó el rey-. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.


-Escucha –dijo el anciano-: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero. El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará”, y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado. Entonces el anciano le dijo:


-Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.


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A veces nos enfocamos sólo en lo que nos acaba de pasar; y, no nos percatamos de todas las oportunidades que tenemos a nuestro alrededor.  Todo pasa, nada es permanente.  Es sólo el reinventarnos para establecer nuevas metas y seguir adelante!!!
 
 
 
 
 
 

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