Un hombre del pueblo de Negua, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, conto. Dijo que habia contemplado, desde alla arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
-El mundo es eso - revelo-. Un monton de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demas. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
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Me encanta como escribe Galeano, es una gozada poder leer al maestro; y es que Galeano sabe mucho sobre fuegos. El fuego de la injusticia, de la miserias humanas, de la rebeldía, del dolor...Fuegos que queman o fuegos que se esconden tras el corazón creando tanto dolor que es casi imposible poder escapar de él.
Realmente la analogía que hace Galeano, es muy hermosa y acertada, no creo que se pueda describir mejor a la humanidad. Cada un@ tiene su propia esencia, su propio brillo, su propia luz ..Es el fuego eterno de la vida, en cuanto se apaga uno aparece otro en su reemplazo y así, la Tierra es una inmensa fogata que nos calienta el alma. Todo esto implica que todo lo que toquemos o hagamos tiene que ser con ardor, con pasión, y la labor sería mantener esa hoguera en todo lo que hacemos, y evitar que nuestro fuego se extinga.
Y para terminar, me pregunto....¿qué clase se fueguito seré yo..? Me conformaría sólo con proporcionar un poquito de calor a todo aquel/aquella que pasa por mi lado, sin llegar a quemar ni a deslumbrar a nadie.
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